
A las ocho menos diez minutos de la mañana Pedro Pablo Casares se sube a la Mercedes Sprinter de nueve plazas que calienta motores a las puertas del garaje de Cruz Roja, en el barrio de Pinilla. Sintoniza en la radio el 92.6 y la voz de la cantante extremeña Bebe irrumpe en una mañana fría, que todavía no se ha despertado de la oscuridad de la madrugada. Pedro Pablo es uno de los ocho conductores que trasportan a diario a más de cien mayores desde sus hogares a los centros de día de la capital. Cubren las rutas de la tercera edad, las que conducen a los centros de alzhéimer de la Junta de Extremadura (el centro Francisco Chanclón, en Aldea Moret, y la residencia de válidos de la avenida de Cervantes), al hospital de día (instalado en el Hospital Virgen de la Montaña) y al centro de día de Cruz Roja. Bebe cede el testigo a Antonio Orozco y Pedro Pablo canturrea cada una de las letras. Se las sabe todas. La primera parada está instalada en La Mejostilla. Aquí espera Magdalena Arévalo. Es auxiliar de transportes y es la encargada de ayudar a subir y bajar del vehículo a los mayores que trasladan, como a José, a Primitiva, a Juana o a Manuel. Ellos son los protagonistas del primer viaje. Destino: Centro de día de mayores Francisco Chanclón. A las 8,25 horas el coche parte hacia Valdesalor. De una casita baja, coronada por el número 3, salen Juan y María. Él tiene 94 años y ella, 92. María se vale de un andador para dar sus pasos. La segunda expedición está integrada, además, por Jacinta, Isidoro, Encarna, María Dolores, María Cerro y María Chávez. «Nosotros decimos en broma que esta es la ruta de las tres marías», cuenta Pedro Pablo. A las nueve menos cuarto de la mañana, el sol deja una estela anaranjada en el horizonte que se divisa desde la carretera de Valdesalor, pedanía de Cáceres situada a once kilómetros de la capital. La ruta de las tres marías también desemboca en el centro de Aldea Moret. Cuando María y su andador, Juan, Jacinta, Isidoro, Encarna, María Dolores, María Cerro y María Chávez descienden del coche, Pedro Pablo y Magdalena paran unos minutos. Y vuelta a empezar. El tercer viaje nos conduce al mismo lugar del que salimos: la sede de Cruz Roja. En el centro de día que hay ubicado en sus instalaciones se dan cita a diario 21 personas. Entre ellas se encuentra Antonia Acedo, de 75 años y Antolina Cantero, de 78. Viven en Aldea Moret. Antonia vive con su perrita y Antolina, con su hija. Pasan toda la mañana en el centro de día, donde desayunan, hacen ejercicio, leen, escriben y hasta juegan al bingo. Vuelven a sus casas a las cuatro y media de la tarde, después de haber reposado el almuerzo. Antonia y Antolina destinan el 25 por ciento de su pensión a sufragar el gasto de transporte y el centro de día. Los otros dos servicios que presta Cruz Roja a los mayores de la ciudad (el traslado al hospital de día y a los centros de alzhéimer) están sufragados por la Junta de Extremadura. «Trabajamos a petición de la administración regional. En Cruz Roja somos auxiliares de los poderes públicos. En ningún momento captamos nosotros a los mayores a los que trasportamos», matiza Vicente Mangut, trabajador del secretariado provincial de Cruz Roja.
Los requisitos
En estos momentos, para entrar en el centro de día de Cruz Roja en Cáceres hay lista de espera. Los que ya están dentro y los que aguardan fuera reúnen los mismos requisitos. «Son personas mayores válidas con un deterioro físico de leve a moderado y con una pensión de jubilación a partir de los sesenta o los sesenta y cinco años. Tienen que rellenar un modelo de solicitud y presentar un informe médico. Después, una vez que tenemos esa documentación, nosotros la examinamos y si cumple el perfil hacemos una visita a domicilio. Voy yo, que soy trabajadora social, y una psicóloga. Hacemos un informe y, más tarde, el equipo técnico se reúne y se valora. En función de su situación social, psicológica y económica lo valoramos», explica Irene Bodón, trabajadora social de Cruz Roja. El baremo que el equipo técnico de Cruz Roja sigue para admitir a los mayores en el centro de día está adaptado al modelo impuesto por la Junta de Extremadura a las residencias de la tercera edad. «El objetivo de los centros de día es evitar la institucionalización y que el usuario se mantenga en su entorno habitual. Es, además, una de las medidas para la conciliación de la vida familiar y laboral. Casi todos los mayores que vienen a nuestro centro de día viven con su familia, pero pasan aquí varias horas», añade la trabajadora social. Mientras Antolina cuenta durante el trayecto que le dice a su nieta que ella por las mañas también va al cole, la Mercedes Sprinter incorpora nuevos viajeros. Victoria Salgado y su esposo, Diego, se suman a la ruta de la tercera edad. Pedro Pablo detiene la furgoneta a las puertas del centro de día. Fin de la primera etapa. La actividad sobre ruedas se paraliza hasta la una y media de la tarde. A esta hora, los conductores, como Pedro Pablo, comienzan a recoger a los mayores de los centros de alzhéimer y ponen en marcha las rutas vespertinas. A Antolina, Antonia, Victoria y Diego les queda toda la mañana por delante. En el comedor les aguarda un café calentito y galletas, como las que se come Candela Lázaro, de 93 años. Es la veterana del centro de día. «Vengo desde hace once años», asegura la simpática anciana de pelo blanco. Vicente Meneses no acumula tanta experiencia como Candela en el centro de día. Pero el testimonio de este mecánico al que un virus le arrebató las fuerzas es rotundo: «Gracias a Dios, a la Virgen de la Montaña y a Cruz Roja estoy andando».
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